No se muy bien cómo me va a salir este post, se lo que quiero decir, pero no cómo lo quiero decir, así que voy a hacer como siempre, dejar que sea la Diosa Inspiración quien guíe mi teclado. Por tanto, si hay alguna queja, tendrás que presentarla ante la Diosa Inspiración, segunda planta, tercera puerta a la derecha. Me gusta decir las cosas tal y como las siento, y por ello nunca me planteo los post, de hecho cuando comienzo ni se lo que voy a poner, simplemente se de lo que voy a hablar. Si te pones a pensar un post, lo que sale no es 100% tuyo, puesto que termina estando influenciado por condicionantes neuronales y ummm, no es lo mismo. Aunque no lo reconozcamos, dentro de nuestro cerebro hay un censor que retoca todo lo que vamos escribiendo y es mejor no darle tiempo a que actúe. En fin, que no me enrollo mas y voy al bollo, mmm, qué rico, se me ha despertado el apetito.
En muchas ocasiones la rutina se apodera de nosotros, nos transforma en simples robots programados para levantarnos, hacer las mismas cosas y volver a dormir. Si algo rompe esa rutina, hasta casi nos ponemos de los nervios. En la vida es inevitable tener que hacer día tras días las misma actividades, pero podemos evitar caer en esa rutina de una forma muy sencilla. Sí, no se necesita resolver ecuaciones econométricas ni recurrir a logaritmos neperianos para darle un poco de color al día a día, es suficiente con valora y dar la importancia que merecen a las pequeñas cosas. Hoy en día nos guiamos únicamente por lo ostentoso, lo vistoso, que si un móvil nuevo, un vestido de Pedrito Tijeras..., pero lo diminuto queda anulado y no nos damos cuenta de que nuestra felicidad está formada por mil y una pequeñas cosas. Estos mini detalles son como los granos de arena de una playa, un granito no es nada, pero millones de granitos pueden formar un paraíso. Desde aquí quiero demostrarte cómo puedes transformar un día rutinario y gris en algo diferente.
Te voy a poner un ejemplo muy claro que demuestra la importancia de los detalles chiquitines. Lunes, 7.45 de la mañana, el despertador no suena y nos levantamos tarde. Corriendo nos duchamos y sin desayunar salimos a toda velocidad de casa. Pillamos el semáforo verde, llegamos a la parada y justo en ese momento llega el bus. Abrimos la puerta de la ofi exactamente 29 segundos antes de la hora de entrada. Nos sentamos en nuestra mesa y se acerca nuestro jefe con una gran sonrisa y nos dice gracias por el informe de ayer, estoy muy contento contigo. Tras un día así llegamos a casa pletóricos y nos dormimos rodeados de un halo de felicidad.
Analicemos esta situación prescindiendo de un simple detalle. Lunes, 7.45 de la mañana, el despertador no suena y nos levantamos tarde. Corriendo nos duchamos y sin desayunar salimos a toda velocidad de casa. Pillamos el semáforo en rojo, tenemos que esperar 30 segundos a que se ponga verde. Cruzamos y vemos cómo en ese momento el bus se nos escapa. Tenemos que esperar al siguiente, abrimos la puerta de la ofi 22 minutos tarde. Nos sentamos en nuestra mesa y se acerca nuestro jefe con cara de sota y nos dice, como vuelvas a llegar tarde te pegarás una semana poniendo sellos y ahh por cierto, el informe de ayer una bazofia, lo he usado como papel higiénico. Tras un día así llegamos a casa de mal humor y nos cuesta mucho dormirnos.
¿Qué ha cambiado de una situación a otra?, pues algo tan simple como un semáforo. Una señal luminosa ha sido determinante en nuestra felicidad. Por eso hay que tener en cuenta todos los detalles, por muy insignificantes que sean y darles el valor que tienen. Todos y cada uno de ellos influyen en nuestro devenir. Estos detalles adquieren una relevancia trascendental en las relaciones humanas. Prueba a darle los buenos días al vecino en lugar de ese tono rutinario y cumplidor, con un tonillo alegre acompañado de una sonrisa. Verás como al día siguiente ese vecino te corresponde y te saluda sonriente. Acércate a la mesa de ese compi de currele repelente y que te hace la puñeta día tras día e invítale a un café, al día siguiente seguro que no es tan cabroncete y sobre todo, mira a los ojos a esa persona que tienes cerca, sea novia/o, padre o madre, abuelo o abuela, tío o tía, amigo/a y dale un fuerte abrazo susurrándole, "Te quiero, gracias por estar a mi lado". Ni te puedes imaginar la fuerza que puede tener ese detalle, ni 372 horas de psicoanálisis pueden proporcionar tal grado de satisfacción y felicidad. Como estamos en una sociedad en lo que todo se valora empíricamente, pues traduzcamos esto a una fórmula matemática: Te quiero + Abrazo = Momento feliz.
Deja de plantearte qué puedo llevar a cabo para hacer feliz a quien tengo al lado, puesto que hay 1.500 detalles que responden a esa pregunta. Me hace gracia esa gente que dice, no se qué hacer para que mi marido o mujer sea feliz, hemos caído en la rutina... Pero chiquillo/a, ¿cuándo fue la última vez que le cogiste de la mano por la calle?, ¿recuerdas vuestro último abrazo?, ¿le has llevado flores o bombones en el último mes?, ¿has apagado la tele mientras ella o él te cuenta sus preocupaciones?. Quien se hace esa pregunta es tonto, hay mil formas de generar felicidad y no necesitas pedir una hipoteca o recurrir a la Visa, puesto que esos detalles están dentro de uno mismo. No eches la culpa a los demás, el resto de la gente no tiene la culpa de que pases de los pequeños detalles.
Resumiendo, la diferencia entre la rutina y la felicidad, puede estar en un simple detalle. Mañana fíjate en ellos, en esas pequeñitas cosillas que están ahí aunque no las veas y que van a conseguir que te vayas a dormir con unas deliciosas sensaciones y tu día no habrá sido igual que el anterior. Yo aprovecho este post para poner en práctica todo lo que he dicho y mandar un abrazo acompañado de un "Te quiero muyaya" a una persona muy especial...!!!
P.D.: Siento el rollo, pero como dije al principio, las quejas a la Diosa Inspiración.
En muchas ocasiones la rutina se apodera de nosotros, nos transforma en simples robots programados para levantarnos, hacer las mismas cosas y volver a dormir. Si algo rompe esa rutina, hasta casi nos ponemos de los nervios. En la vida es inevitable tener que hacer día tras días las misma actividades, pero podemos evitar caer en esa rutina de una forma muy sencilla. Sí, no se necesita resolver ecuaciones econométricas ni recurrir a logaritmos neperianos para darle un poco de color al día a día, es suficiente con valora y dar la importancia que merecen a las pequeñas cosas. Hoy en día nos guiamos únicamente por lo ostentoso, lo vistoso, que si un móvil nuevo, un vestido de Pedrito Tijeras..., pero lo diminuto queda anulado y no nos damos cuenta de que nuestra felicidad está formada por mil y una pequeñas cosas. Estos mini detalles son como los granos de arena de una playa, un granito no es nada, pero millones de granitos pueden formar un paraíso. Desde aquí quiero demostrarte cómo puedes transformar un día rutinario y gris en algo diferente.
Te voy a poner un ejemplo muy claro que demuestra la importancia de los detalles chiquitines. Lunes, 7.45 de la mañana, el despertador no suena y nos levantamos tarde. Corriendo nos duchamos y sin desayunar salimos a toda velocidad de casa. Pillamos el semáforo verde, llegamos a la parada y justo en ese momento llega el bus. Abrimos la puerta de la ofi exactamente 29 segundos antes de la hora de entrada. Nos sentamos en nuestra mesa y se acerca nuestro jefe con una gran sonrisa y nos dice gracias por el informe de ayer, estoy muy contento contigo. Tras un día así llegamos a casa pletóricos y nos dormimos rodeados de un halo de felicidad.
Analicemos esta situación prescindiendo de un simple detalle. Lunes, 7.45 de la mañana, el despertador no suena y nos levantamos tarde. Corriendo nos duchamos y sin desayunar salimos a toda velocidad de casa. Pillamos el semáforo en rojo, tenemos que esperar 30 segundos a que se ponga verde. Cruzamos y vemos cómo en ese momento el bus se nos escapa. Tenemos que esperar al siguiente, abrimos la puerta de la ofi 22 minutos tarde. Nos sentamos en nuestra mesa y se acerca nuestro jefe con cara de sota y nos dice, como vuelvas a llegar tarde te pegarás una semana poniendo sellos y ahh por cierto, el informe de ayer una bazofia, lo he usado como papel higiénico. Tras un día así llegamos a casa de mal humor y nos cuesta mucho dormirnos.
¿Qué ha cambiado de una situación a otra?, pues algo tan simple como un semáforo. Una señal luminosa ha sido determinante en nuestra felicidad. Por eso hay que tener en cuenta todos los detalles, por muy insignificantes que sean y darles el valor que tienen. Todos y cada uno de ellos influyen en nuestro devenir. Estos detalles adquieren una relevancia trascendental en las relaciones humanas. Prueba a darle los buenos días al vecino en lugar de ese tono rutinario y cumplidor, con un tonillo alegre acompañado de una sonrisa. Verás como al día siguiente ese vecino te corresponde y te saluda sonriente. Acércate a la mesa de ese compi de currele repelente y que te hace la puñeta día tras día e invítale a un café, al día siguiente seguro que no es tan cabroncete y sobre todo, mira a los ojos a esa persona que tienes cerca, sea novia/o, padre o madre, abuelo o abuela, tío o tía, amigo/a y dale un fuerte abrazo susurrándole, "Te quiero, gracias por estar a mi lado". Ni te puedes imaginar la fuerza que puede tener ese detalle, ni 372 horas de psicoanálisis pueden proporcionar tal grado de satisfacción y felicidad. Como estamos en una sociedad en lo que todo se valora empíricamente, pues traduzcamos esto a una fórmula matemática: Te quiero + Abrazo = Momento feliz.
Deja de plantearte qué puedo llevar a cabo para hacer feliz a quien tengo al lado, puesto que hay 1.500 detalles que responden a esa pregunta. Me hace gracia esa gente que dice, no se qué hacer para que mi marido o mujer sea feliz, hemos caído en la rutina... Pero chiquillo/a, ¿cuándo fue la última vez que le cogiste de la mano por la calle?, ¿recuerdas vuestro último abrazo?, ¿le has llevado flores o bombones en el último mes?, ¿has apagado la tele mientras ella o él te cuenta sus preocupaciones?. Quien se hace esa pregunta es tonto, hay mil formas de generar felicidad y no necesitas pedir una hipoteca o recurrir a la Visa, puesto que esos detalles están dentro de uno mismo. No eches la culpa a los demás, el resto de la gente no tiene la culpa de que pases de los pequeños detalles.
Resumiendo, la diferencia entre la rutina y la felicidad, puede estar en un simple detalle. Mañana fíjate en ellos, en esas pequeñitas cosillas que están ahí aunque no las veas y que van a conseguir que te vayas a dormir con unas deliciosas sensaciones y tu día no habrá sido igual que el anterior. Yo aprovecho este post para poner en práctica todo lo que he dicho y mandar un abrazo acompañado de un "Te quiero muyaya" a una persona muy especial...!!!
P.D.: Siento el rollo, pero como dije al principio, las quejas a la Diosa Inspiración.
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